viernes, 7 de agosto de 2009

APENAS UNA PRIMER PARTE DEL PROYECTO

Seis de la tarde. Hora pico de un viernes en el que en plena Avenida 9 de Julio esquina Corrientes peatones, autos, colectivos y alguna que otra moto, transitan cada cual en su historia, cada cual en su mundo. Sin embargo todos ellos tienen algo en común. Ese apuro para movernos y desplazarnos que nos caracteriza a la gran mayoría de los porteños. Apuro tal vez por llegar a ningún lado. Solamente apuro, pero que cuesta mucho desconectarse de él y dejarlo a un lado.
Los ejecutivos caminando se mezclan entre si, se chocan los hombros de los que van con los que vienen, pero ni siquiera se detienen a cruzar una mirada y pedirse disculpas.
Se les nota en la cara el cansancio (típico de un viernes a esa hora). Con sus ceños fruncidos transmiten, aunque no quieran, que algo les preocupa. Es muy difícil saber qué. Tal vez no sea nada y solo llevan la cara de preocupación para no desentonar con lo que predomina alrededor.
Pero no todo es gente de oficina en una cuidad donde lo heterogéneo es lo que abunda. En la multitud se distinguen coloridos grupos de adolescentes que contrastan claramente con el gris predominante de los trajes. Muchos de aquellos se concentran en uno de los restaurantes de comidas rápidas más conocidos a nivel mundial ubicado en la nombrada esquina porteña. Intercambian alguna que otra carcajada, decoran de alegría el aire contaminado, y a pesar de eso muchas veces por su caminar lento y por ocupar gran parte de la vereda son considerados una molestia por los apurados de siempre.
No faltan quienes, sobretodo en esta época en la que parecería que nuestra vida está atada y depende de un aparatito electrónico no mas allá del tamaño de la mano, caminan con su teléfono celular prendido a su oído. Algunos lo hacen de una manera discreta, otros a los gritos pelados obligando a lo demás a participar de manera involuntaria en su conversación.
Son los mismos que caminan y cruzan la calle distraídos haciendo sonar de forma brusca las fuertes y penetrantes bocinas de los transportes. Pero poco les importa.
Ojo, no hay que dejar afuera a aquellos que manejando van hablando por celular, lo que es una de las causas más importantes de accidentes de tránsito.
Justamente eso me recuerda, haciendo un paréntesis, a una propaganda plasmada en uno de los gigantes carteles publicitarios que se ven sobre la autopista el cual decía: “Te morís por atender”. ¡Que gran verdad! ¿No?
Pero continuando con la escena típica del anochecer de un día agitado (¡Qué gran tema de The Beatles!), ¿cómo olvidarse de ellos? Si se paran delante de nuestros autos en los semáforos, tirando pelotitas o palos al aire intentando sacarnos una sonrisa (siempre acompañada con una moneda en lo posible) y sin embargo son invisibles para nosotros. Envueltos en el frió que hace unas semanas hizo pie en nuestra querida pero a veces odiada Capital y en una gran resignación, ya no esperan nada de la vida… ¿esa resignación se habrá dado con el tiempo o habrá pasado algo determinante que hizo cambiar total y definitivamente su actitud frente y para con la vida? No lo sabemos. Podríamos averiguarlo, pero tal vez en otra ocasión.

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